"Una buena taza de té" por George Orwell

Aunque nos sea ajeno, el té es una constante en la literatura. Obviamente no me estoy refiriendo a nuestra literatura, me refiero a la británica y a la oriental. El té y la literatura están íntimamente ligados, no solo por las innumerables citas que encontramos sobre esta bebida, si no también por el placer de disfrutar de un buen libro acompañado de una taza de té o las tertulias literarias que se producen frente a una tetera en algún café... 

El escritor y periodista británico George Orwell era un ferviente apasionado de la bebida milenaria, y en enero de 1946 escribió un ensayo sobre como preparar una buena taza de té ("A Nice Cup of Tea"). Me pareció interesante acercaros su pequeño tratado sobre como preparar la taza de té perfecta para poder hacer una comparativa con nuestro método.
"Una buena taza de té"
por George Orwell

Si usted busca el término "té" en el primer libro de cocina que tenga a mano, probablemente no encontrará mención alguna, y si encuentra algo, serán unas pocas líneas incompletas que no le aportan nada relevante. Esto es curioso, no sólo porque el té es uno de los pilares de la civilización en este país, así como en Irlanda, Australia y Nueva Zelanda,  sino también debido a que la mejor manera de hacerlo es objeto de violentas disputas. Cuando leo mi propia receta para preparar la perfecta taza de té, aparecen once puntos, en dos de ellos tal vez no encontraría un acuerdo general, y otros cuatro son muy controvertidos... Aquí están mis once reglas, todas ellas absolutamente imprescindibles:
  • En primer lugar, se debe usar té de la India o Ceilán. El té de China tiene virtudes que no deben ser despreciadas en la actualidad (es económico, y se puede tomar sin leche), pero no lo encuentro muy estimulante, no te sientes ni más sabio, ni más valiente ni más optimista después de beberlo. Cualquiera que haya usado esta frase reconfortante "una buena taza de té", está hablando sobre el té de la India.  
  • En segundo lugar, el té debe prepararse en pequeñas cantidades, es decir, en una tetera. El té preparado en termo siempre es de mal gusto, mientras que el té del ejército, hecho en una olla, tendrá gusto a grasa y a cal. La tetera debe ser de porcelana o loza. Teteras de plata o Britanniaware producirán té de inferior calidad, así como las ollas de esmalte.  Curiosamente una tetera de peltre (una rareza en la actualidad) nos dará un té bastante aceptable.
  • En tercer lugar, debemos precalentar la tetera. Será mejor colocarla sobre una fuente de calor que por el método habitual que utilizan algunos bebedores (echando agua caliente).
  • En cuarto lugar, el té debe ser fuerte. Para una tetera de un cuatro tazas, si se va a llenar casi hasta el borde, seis cucharadas colmadas serían lo correcto. En una época de racionamiento, no se podrá realizarlo a diario, pero yo sostengo que una taza de té fuerte es mejor que veinte débiles. Todos los amantes verdaderos del té no sólo les gusta el té fuerte, sino que a medida que pasan los años, les gusta un poco más fuerte. Un hecho que lo ratifica es la ración adicional que se les pone a los jubilados.
  • En quinto lugar, el té se debe poner directamente en la tetera. Sin filtros, ni bolsas de muselina u otros dispositivos para encarcelar al té. En algunos países, se coloca un colador sobre la taza para recoger las hojas sueltas, debido a que suponen que son perjudiciales si se ingieren, pero se pueden tomar hojas de té en grandes cantidades sin que afecten negativamente a la salud. Si el té no está suelto en la tetera no sé infundirá correctamente.
    • En sexto lugar, uno debe llevar la tetera al cazo donde el agua hierve, y no al revés. El agua debe estar hirviendo en el momento en que se vierte sobre el té, lo que significa que se debe mantener al fuego mientras se echa. Algunas personas considerán que sólo se debe utilizar agua que haya sido recién hervida, pero nunca he notado haya diferencia alguna.
    • En séptimo lugar, después de echar el agua hay que remover el té, o mejor, dar a la tetera una buena sacudida,  permitiendo que las hojas se asienten.
    • En octavo lugar, se debe beber de una taza grande de desayuno, del tipo cilíndrico, no del tipo plano y poco profundo. La taza de desayuno tiene más capacidad, y con las otras  siempre se queda el té medio frío antes de comenzar a beberlo.
    • En noveno lugar, se debe retirar la nata de la leche antes de utilizarla para el té. La leche que es muy cremosa siempre le da un gusto enfermizo.
    • En décimo lugar, se debe verter el té en la taza antes que la leche. Este es uno de los puntos más polémicos, de hecho en todas las familias de Gran Bretaña probablemente hay dos escuelas de pensamiento sobre el tema. La escuela que echa primero la leche (que puede tener argumentos contundentes) y la escuela que la echa después. Yo sostengo que mi teoría es irrefutable. Al poner el té primero, se puede regular exactamente la cantidad de leche, mientras que si se hace al revés se puede poner demasiada leche y no tendrá arreglo.
    • Por último, el té, a menos que uno lo esté tomando al estilo ruso, se debe beber sin azúcar. Sé muy bien que soy una minoría. Pero aún así, ¿cómo puede denominarse amante del té de verdad si destruye su sabor poniéndole azúcar? Si le pone azúcar, sería igualmente razonable ponerle pimienta o sal. El té es amargo, al igual que la cerveza. Si lo endulzara estaría perdiendo el sabor aunténtico del té, ya que solo sabría a azúcar. Se puede obtener una bebida muy similar disolviendo azúcar en agua caliente.  Al ser preguntadas sobre el tema, algunas personas responden que no les gusta el té en sí mismo, que sólo lo beben con el fin de calentarse y despertarse, que necesitan el azúcar para que adquiera sabor. A estas personas equivocadas, yo les diría: Trate de tomar el té sin azúcar un par de semanas y es muy poco probable que vuelva a querer arruinar su té endulzándolo.
    Estos no son los únicos puntos controvertidos que surgen en relación con el consumo de té, pero son suficientes para mostrar cómo se ha convertido en un tema muy sofisticado. También está la etiqueta social que rodea a la tetera (¿por qué se considera vulgar beber té de un plato, por ejemplo?) Y mucho se podría escribir acerca de los usos subsidiarios de las hojas de té, como adivinar el futuro, la predicción de la llegada de visitantes, la alimentación de conejos, cicatrización de quemaduras, limpieza de alfombras... 

    Vale más la pena prestar atención a detalles tales como el precalentamiento de la tetera o la temperatura del agua, con el fin de hacer un buen té, que hacerlo  a cuestiones baladíes.


    ¿Que os han parecido los consejos de Orwell? ¿Creéis que siguen sirviéndo después de 65 años?

    Comentarios

    1. jajaja Grande Orwell... no sé si seguirá sirviendo lo de que no es recomendable usar té chino.... en 65 años han podido mejorar mucho en calidad del té negros ¿o sigue habiendo esta diferencia?

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